Y prosigo con lo que decían los antiguos griegos en cuanto a que el secreto de la belleza residía en la exacta proporcionalidad de todas las partes entre sí y con el todo, y que en el microcosmos del cuerpo se reflejaba el macrocosmos.
Quizás por ello la artista inglesa Saville se adscribió a este nuevo o viejo paradigma a partir del cual el sentido de la belleza invertiría el orden de lo estético: el microcosmos pasaría a ser en su trabajo el macrocosmos. Este dar la vuelta, este trastocamiento de la jerarquía y de la armonía, implicó otra delineación de la forma, con lo que la masa cárnica se hace inmensa, el cuerpo enorme y el formato se agranda hasta aplastarnos en él.
No hay imitación, porque como afirmaba Fedón por esa vía no se alcanzaría jamás la unidad, verdad y belleza del modelo original. Lo que hay es una metáfora visual que engulle una totalidad, que devora lo que vive y sufre, lo que nace y muere, la alienación y la locura, la razón perdida y la sinrazón recobrada.
Humberto y yo, en una madrugada de vientos en el malecón, hablamos de cuerpos y de un mestizaje que está en ciernes.No nos ponemos de acuerdo en que si la metamorfosis es anterior o viene después. Pero sí coincidimos en que no es importante en una isla cerrada a las hipérboles de la razón. También compartimos el pensamiento de que hasta el surrealismo caribeño es excesivo para los que hacen del silencio su pan.
Excelente este artículo, excelente la obra de esta artista, una obra que debe resultar realmente aplastante en su formato original...
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