- No se deberían bañar tanto los pinceles. Ni dejar que sus cerdas acariaciasen la floresta hasta filtrarse en ella. Ni tampoco ubicarse en una tierra tan fértil y cargada de órganos ocultos y escondidos. Sería un error doctrinal confeso.
- ¿Por qué, entonces, ese entramado brillante, vivo, que exalta una naturaleza virgen, empeñada en crear sus formas, sus contexturas, sus existencias conforme a una desalienación completa, sin ataduras ni pesadas formulaciones sobre el debe y el haber?
- Si hemos de sofocar este incendio hagásmolo más hondo y crudo, pero ya sin fe, no tengamos miedo a lo que nos engulle, nos metamorfosea. El cubano FRANCO, de tanto volcarse en esos espacio y errores confesos, ya forma parte de ellos y nos invita a hacerlo a nosotros también.
- Es una sabiduría pictórica que aglutina, que toma prestado el pasado, el acervo, la raíz vernácula, en aras de ofrecer una isla repleta de fuentes líricas, de vegetaciones insospechadas, de organismos emboscados, de un sistema que engloba toda una geografía del ser y su retorno.
- Son las intuiciones de lo plástico que abren continentes, sentimientos, pensamientos y pasiones que se cobijan bajo la estructura, bajo códigos que momifican la enjundia fermentada en esos colores que traen el centelleo de lo vital desde la espesura.
- En esta isla tan fiel a sí misma no hay rincón donde esconderse. Las realidades plásticas asoman por doquier, y como soy artista las conjuro bajo la era de ángeles y demonios. No quiero que el contexto histórico y cutural las difumine, pero si hago una abstracción de ellas que sea con ritmo de son.
- Chabaquenerías aparte, el cubano BENÍTEZ entremezcla acción bufa y hallazgos autóctonos, lo que es expresión de una identidad digna de reconocimiento si nos atenemos a los teóricos posmodernos, Foucault entre ellos, que no dan por válido ningún criterio con el cual juzgar lo que es valioso y lo que no lo es.
- Partiendo de esa base podemos embarcarnos en el féretro naútico y navegar como momias liadas hasta tocar el fondo que nos ilumine y nos convierta en la síntesis amarga de lo postrero: amaneceremos en un concha como una calavera de nácar flotando en una nube que hará nevar sobre La Habana. Y que a nadie se le ocurra cantar aleluyas.
- Cuba por antonomasia es un puro predicamento plástico. Y sus artistas auténticos cofres de fulgurantes universos entre la luz y el mito, entre las raíces autóctonas y el febril impulso exterior, dilatando revelaciones y descubrimientos que pasan a ser improntas culturales de todo un continente.
- Por ello el cubano FINALÉ conforma su pintura como si estuviésemos en un paraninfo políglota y telúrico, en el que la hibridación con lo clásico hubiese adquirido la textura de una visión que se enreda en su misma génesis, que es ella en su naturaleza la que maridase la voluntad creadora, su código de entendimiento, con el tiempo de vida pasado y presente.
- Si el significado de la representación juega con lo solemne, el espacio de lo significante cobra la dimensión rotunda que envuelve personajes, signos y símbolos. Es una visita en que el color ayuda a que estemos con la reflexión en reposo, sacrifiquemos momentos a la contemplación y nos quedemos confrontado sin acritud las viejas contraseñas y los nuevos hábitos. De ser una superficie pintada que lo sea desde esas claves, las que cruzan toda América Latina bajo un santo y seña.
- ¿Qué es lo que me sume en el desamparo? Que me roben las imágenes, las miles de imágenes que voy acumulando, una veces con orden y otras en pleno desconcierto. Y es que en pleno siglo XXI somos más imágenes que nunca, unas para contemplarlas toda la vida y otras para verlas de refilón y con la piel a cuestas.
- Lo de este artista barcelonés, Rueda, es una celebración que no tiene nada de mística, pero sí de improbable, festiva y jaranera, de sermón procaz, mordaz y bullanguero. Las factura está probada, las claves son para echar raíces en cualquier parte de la historia, mientras que la ironía pesa como un cúmulo de desdichas vociferantes.
- El pintar, tal como él lo entiende y lo practica, es una confesión de victoria para que no se note la derrota. El fabular es para confiarnos que un quehacer tomado desde donde empieza no tiene término en ese retrato del mundo que penetra con un oficio tan depurado.
- Nos pide que la imaginación esté abierta captando la esencia de los contenidos, la estructura de sus significantes, las concordias con las discordias, los aullidos con los susurros. Esta hibridación de maneras requiere lecturas que no se adentren en discursos que no son, ni en relatos que no hay. Simplemente la obra es fruto de un cuento que no ha acabado.
- "Diabrecos" viene hasta donde estamos Humberto, Felipe y yo en El Malecón arrastrándose como una babosa. Es un maldito diablo chismoso que lo único que le interesa es oírnos y espiarnos. Tuvimos que callar y mearle encima para que pensara que era ron.
- La globalización nos aplasta, la crisis nos hunde, la corrupción nos devora, pero la posmodernidad, nueva modernidad o lo que sea sigue bailando en la calle o en donde le dejen. Y, por cierto, que le dejan, mucho pero que mucho sitio.
- El estadounidense DURHAM nos revela que si somos crédulos tenemos que seguir sus fechorías. Nos descubre no sólo lo que es una corriente aposentada en la actualidad sino una ironía o hasta una parodia de cómo concebir una obra de arte tocando narices o sacando ojos de sus órbitas.
- Utilizar la sorpresa, todo tipo de materiales, objetos, vehículos, escorias es válido si se es capaz de que los montajes suenen, molesten, configuren, adoctrinen, recen, nos escupan y nos pidan perdón. Mientras hagan todo eso y más, la sensación está pactada, los disturbios controlados y las celebraciones obligadas.
- Es una paradoja que el arte se vea tan feo y ridículo, tan monstruoso, tan proclive a las presunciones mortuorias, catastrofistas, melodramáticas, nauseabundas, sin que ya nos escandalicemos. ¿Es que eso es lo que hay y lo que vemos? Quizás ese retrato sea el que nos conceda esta civilización traumitazada por sus apestosos desencantos. O quizás que el imaginario que nos define no tenga límites y que antes de concluir con el cierre, abramos con el espanto cariñoso, visible, artístico.
- Están todos en El Malecón. "El Rampayu", "El Rapeo", "Marruecu", "Patena", "El Burru Sangrau", "El Guaraguara", "La Berrona", "La Carpia", "La Mano Pelusa", "La Pata Roxa", "Uxara", "Xácome", "Xegome". ¿De dónde vamos a sacar tanto ron Humberto, Felipe y yo para tantos dioses de vía estrecha?
- La idea es salir del marco de rutinas visuales y su carga falaz ilusionista. Mientras derivamos y encallamos en continuas crisis, el intelecto se nos queda frío, aletargado y ya ni los dibujos animados son capaces de decirnos lo que va mal.
- Claro que así no es extraño que estemos cabreados, de que tiremos los juguetes contra la pared y aguardemos a que, en tanto se hundan con el despedazamiento, nos emitan señales, las imprescindibles aunque sean pocas y no sepan hablar.
- Pero cuando llegamos a la norteamericana PENSATO nos damos cuenta que ya se ha adelantado y nos ha dejado con la mirada vagando por el canto del duro. Tratemos de no confundirnos, eso nunca, son monigotes que chorrean, que se ríen de que ellos sean ellos y nosotros los que los contemplemos.
- Se ha acabado la simetría, los espacios son para revelar la extensión de estos personajes, a los que invierte el significado con el fin de que no se queden huérfanos tarados de un mundo imbécil. En tanto en cuanto haya un filo de diversión, el relato aguanta la acritud, la crueldad que nos succiona la verborrea de tanta aflicción. Para el espectador que quiera tomárselo en serio también hay un compromiso con la dogmática plástica falible, hasta se le concede el perdón y la eterna penumbra. Que así sea.
- Por El Malecón merodea "El Chupasangres" a la búsqueda de niños tísicos de familias adineradas. Seguro que lo ha engañado "El Sacaúntos", que también anda en ese trance. Al final, y como siempre, se fijarán en Felipe, en Humberto y en mí para dejarnos sin ron. ¡Ni que hubiésemos puesto un anuncio de que se regala elixir a monstruos! Regresamos a casa con más sed.
- Partimos de la base de que la pintura no sabe que es lo que ha de contener. Mientras las preocupaciones del hombre en ocasiones se quedan cortas, sus proyecciones se hacen más y más largas.
- En el escocés CURRIE encontramos esa naturaleza que está sumergida pero que es patente. Él la hace emerger con la sabiduría maestra del naúfrago, la deja que se explaye, que nos ciegue, que seamos nosotros, los espectadores, los que finalmente nos adentremos en la videncia de esos personajes, de su realidad iconoclasta.
- Hay además, y así ha de decirse, un ámbito de sufrimiento que ocupan esos fondos oscuros, mas también deseos de venganza sobre un mundo alienado, bastardo, que los ha conducido a ser exponentes de un ocaso denigrante.
- Si ahora son nuestros sosias, tenemos que darles la bienvenida, celebrar su aparición, la fascinante contextura de sus manantiales espectrales de los que irradian la frescura insultante y provocadora de valores olvidados, enterrados para que su silencio sea la opaca sombra de lo no existente.
- Una obra que ofrece una cruda somnolencia como estandarte y respuesta, una plástica que no muere aun que proclamemos su fin con absoluta ceremonia y retrueque campanudo.
- Hoy hay nubes sobre El Malecón, lo que anuncia malos augurios. Felipe, Humberto y yo avistamos el horizonte hasta que de pronto se hacen presentes "La Pasinza" y "El Perfeuto". ¡Demonios!, si tienen sed que se vayan a otra parte. Otra vez sin ron y saliendo que corre el monstruoso viento.