- En el cubano HUMBERTO VIÑAS el cielo es un ciego con muchas lunas que no ven lo que hay debajo. Y el guerrero, de aires greco-latinos, ya no se ubica en su forma ni en la realidad de su pensamiento.
- Además se esconde en un arlequín relamido (escapada a la vieja tradición de la commedia dell´arte de Arlequín y Pantalon) que no sabe que en el firmamento de la isla es un espejo de la nada. Y también le gustaría ser ese payaso músico de colores lívidos y tocar la diana, caminar por El Malecón así vestido, a la búsqueda de princesas mestizas de enormes cuerpos que no estuviesen todo el día con las jaculatorias atravesadas.
- Toca esas paredes agrietadas, informales, y no reencuentra lo que nunca ha perdido a pesar de su penetratante olfato cromático. Le han quitado las alas que no tenía y ya no vuela. Su obra no se mira y él se está quedando invidente de tanto escuchar sus quejas, porque ella quiere salir y conocer, comunicarse y vivir sin el agobio del sobrevivir.
- Así que opta por no sufrir más que lo elemental, seguir pintando y cavilar lo de que al pintar le ha sido concedido el atreverse siempre a todo, tal como lo afirmaba el gran Horacio.
- Mientras yo resistía
- -Bajo mí mismo oculto-
- Negándome a presente,
- Contando por segundos
- De error aquella torpe
- Lentitud en pasar.
- ¿Qué hacer? Mis soledades
- Se erguían contra el mal.
- (Jorge Guillén).