El más popular artista afroestadounidense, Jacob Lawrence, ofrece, en esta obra, con una economía expresiva de contenido cromatismo, la evocación de un cosmos que demuestra con esa derrota la pérdida de su lugar en el tiempo, no así en la rememoración histórica.
La plasticidad de la obra es una narradora más incisiva, elocuente y viva que su relato en palabras esquilmadas por la vacuidad de su repetición.
Y por eso nuestra mirada se ha quedado inmóvil y rechaza el sentimentalismo inútil de la impotencia, para fortalecer su visión con la fragilidad de una pintura que no está rota sino sembrada de vida aunque ésta se haya derrumbado en el camino.
Mi amigo Humberto y yo merodeamos alrededor del malecón en busca de perspectivas que nos permitan abordar su inmortalidad pictórica. Mas no encontramos la posición adecuada ni la atalaya apropiada, siempre hay una bruma de cadáveres y difuntos que enturbian la claridad de un anochecer con llantos y redenciones.