Se ha dicho que la concepción marxista de la sociedad humana bajo el comunismo es una colectividad de artistas dedicados a la producción creadora. Si eso fuese así, Alejandro Mieres, artista afincado en Asturias, sería el artífice de la superficie utópica donde se asentaría.
Explorador de proyecciones plásticas en las que caben ficciones, invenciones y quimeras, estructura esquemas arquitectónicos de civilizaciones posibles en las que la síntesis de espacio, color -monocromo-, relieve y tiempo, conforman una visión que irrumpe como una plataforma estética fascinante.
Jesús Villa Pastur sostiene que este pintor consigue dos cosas inéditas en la historia de la pintura: que un cuadro pueda exhibir numerosas apariencias -múltiples realidades plásticas sin menoscabo de su concreta y nuclear realidad formal- y que ese amplio repertorio de apariencias se dé fundamentalmente en los ámbitos del espectador, convirtiéndolo casi subrepticiamente en colaborador.
Mi amigo Humberto trata de que un destello postrero difumine la colonia de criaturas que navegan por las aguas antillanas. Han sido condenadas por un delito de insomnio. Iluminado por sólo un miserable cirio, acerca sus ojos al lienzo para estudiar el modo en que nunca aparezca en la pintura la tierra prometida, pues de haberla, se la apropiaría tal como un fantasma requisa la sombra de un vivo para darse luz.