Para Oskar Kokoschka, artista austriaco, el espejo era un recurso insuficiente en donde él reflejarse y percibir todos sus demonios. Además no podía dejar sin vestigio ese juego que ya había iniciado consigo mismo a través de sus otros autorretratos, cuya proyección plástica absorbía completamente lo emocional hasta configurarse como la expresión pictórica de un hombre que, desconcertado y enajenado, pide un latido más de aliento para continuar.
Y si además el fondo cromático que sirve de muro o tapia amalgama intensamente conmociones, inquietudes, alteraciones o temores, es por el entorno que lo aprisiona y le confunde. Afuera hay demasiada sangre.
Como consecuencia de su participación en la I Guerra Mundial tomó aversión a la realidad que le circundaba, y ese sentimiento impregnó su huella en el rostro y en las manos, y sumergió en la oscuridad una parte de sus facciones, transmitiéndole vislumbres de enloquecido.
Mi amigo Humberto ha vuelto a internarse en el vacío comunicativo. La isla naufraga aunque se mantiene a flote, y el malecón distribuye encomiendas a los desaparecidos deseándoles buen viaje.
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