Pintores como el norteamericano Adolph Gottlieb han abdicado de enfrentarse al lienzo desde el espíritu del pasado. Como expresionista abstracto toma como referencia el estallido de lo ensimismado, de la forma que no acaba cohesionándose más que cuando se derrama en una geografía cuyos planos son su elemental esencia.
Lo accidental y lo existente dejan de aparecer, ya no juegan ningún papel en esta obra ni determinan representaciones que buscan al hombre para eternizarse.
Se desea la plasmación de un mancha que se manifiesta como un pensamiento policromo en estado de ser en sí, de ser en la nada. No hay nada más ni tampoco es necesario, ni siquiera legítimo. La mirada debe posarse y anudar su duda imposible en la abstracción y después vagar y cavilar en lo que ya será posible.
Mi amigo Humberto, me grita desde la lejanía, está juntando las cenizas del pasado para formar un presente. Pero están ya frías y su dibujo se deshace, y en el malecón, esta noche, no hay nadie que conozca la leyenda, también está olvidada en estos tiempos de ciclones y hambre.
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