GEORGE HERMS (1935) / VIENEN A MÍ SIN LLAMARLOS
Unos piensan que el enfrentamiento con una obra de arte requiere un amplio bagaje intelectual mientras otros afirman que con una sensibilidad suficiente se puede tener contacto con ella.
El americano HERMS pone a prueba ambos argumentos con sus ensamblajes, aunque evidentemente su idea es muy sardónica: si lo que una sociedad tira es para la basura, la estética por ella preferida debe ser su redención.
Con lo cual, sus obras son como emblemas en los que la creación ingeniosa dota a su resultado tanto de un sistema conceptual como de una impronta visual, confiriéndole hasta un mensaje visionario.
Al marido muerto llaman el que pudre.
(Quevedo)
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