- Ninguna pintura latinoamericana es tan delirante como la cubana, es una isla que incuba constantemente un fragor indeclinable en el que no cabe la cordura, sería demasiado fría y aburrida. Y lleva la contraria a aquello de que sólo el mal material utilizado de mala manera puede dejarnos el mejor cuadro, observándolo desde el mejor ángulo, o desde el peor. Pura falacia.
- El ejemplo es el cubano PLANES, cuya dicción parte de una calificación técnica incontrovertible y de un imaginario infinito que nos lleva de un mundo a otro, de una realidad a la siguiente, de la nada al todo, y en el todo nos deja para que nos disfracemos y acumulemos experiencias visuales y emocionales que nos cuesta dilapidar en pensamientos rutinarios.
- Para paráfrasis y glosas las suyas, las que se explican mirando como la vida se nos va en la mirada, y como la mirada nunca deja plantada a la vida. Es esa plástica que se impone como argumento visionario, como luz que jamás se apaga, como concepto apoteósico e irrenunciable en su dimensión cargada de mensajes que hay que descifrar si se quiere, y si no está el origen, la burla, el sentido de la existencia insular, el carnaval, el ron, el hambre y la misa yoruba.
Hay tantas muertes como teologías,
pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
su insomnio enloquecido se desploma
sobre todos los sueños, su delirio
se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
sirena para el Mar de los Suicidas.
(Mario Benedetti)
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