SIMON HANTAÏ (1922-1966) / LOS PLIEGUES DE LA CARNE PICTÓRICA
- Son partituras de una biografía pintada, hechas a ciegas, con los ojos vendados, una pintura automática de la que el pintor es su comadrona. Son telas plegadas y desplegadas, en las que se imprimen y se graban galaxias, biosferas, fuentes aladas de la vida. Lo que conforma, según Gottlieb, el realismo de nuestro tiempo: la expresión de la neurosis, que es nuestra realidad.
- Aunque Herbin atribuía a los colores un significado cósmico profundo, el húngaro, nacionalizado francés, HANTAÏ no rehizo ese concepto porque no le hacía falta, dejó que ellos se desplegasen en retículas, en cuadrados, en formas visuales que volasen, significasen luz, esperanza, obsesión, alegría, impudor de lo que es súbito y surge para entrometer, desear y no resignarse.
- Y además, para que la irrupción cromática agarre ha de haber pasión, liberación y una honda conmoción. Por eso, el creador digno de tal nombre no le es posible traducir su ineluctable mensaje fuera de lo excepcional, el paroxismo, lo mágico o el éxtasis total.
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- Por último, otro apunte más: este artista renunció a exponer porque estaba convencido de que el mercado era la muerte del arte. A partir de ese momento sobrevino un "silencio retiniano".
- Grosor de chapas lineales,
- Matices de óxidos del tiempo, desagradecido,
- Ardiente apetito.
- El rojo brillante me hace casar bellos colores,
- Polvo lo inservible, esqueleto de hierro,
- Cabeza de uña, barra de color oro.
- Respiro por tu hueco, chimenea.
- Navego a la atmósfera, cenizas de disputas,
- Disipa de la cabeza las nieblas, ópalos blancos.
- Fría tiembla e irradia esplandor de rayas en el espacio.
- Es tu presencia.
- (José Luis Álvarez Vélez).
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