- En esta España en crisis, mi amigo, el artista vasco ÁLVAREZ VÉLEZ, abismado en ella, puso su libro sagrado del revés y se enfrentó con la mirada al infinito (Víctor Hugo). Y pudo verlo, pero no alcanzarlo, a través de la pintura, de su pintura, cuyas tonalidades y gamas planas en movimiento adquieren la fisonomía de un espíritu cargado de vigor y energía, de clarividencia acerca del contenido que ha de reunir la expresión abstracta de un pensamiento indomable.
- Señala, delimita y recrea la elocuencia de los matices en sus nebulosas, como queriendo abarcar una galaxia de sentimientos que han esperado mucho tiempo para salir, expandirse y generar sus propias planicies estelares. Es una desesperación que se autoalimenta en poemas inconclusos que acaban bien cuando más agobiados están, cuando la luz de esa plasticidad rodea al autor y le obliga a no cejar hasta haberlo culminado.
- Después, en la hora de la vigilia en reposo, José Luis se contempla en el cristal de un anochecer frío y desangelado, se ve inundado de estrías, de emociones fondeadas y varadas, de escamas intangibles, y decide encararse consigo mismo a través de la tela. Ya todo es finito, pasajero y sujeto a caducidad.
- Entonces plasma estos rostros en los que la deformación y la coloración definen el relato de una angustia, a la cual solamente le cabe el final que nuestra mirada no puede impedir por muy cercanos que estemos. Él así lo ha previsto con el fin de quede en el paisaje visual de la memoria, en el logotipo de un tiempo de desdicha que padece sin dejar de pintar.
- Este fuerte oleaje al amanecer irrita al Malecón. Para calmarlo, nos obliga a mi amigo Humberto y a mí a ponernos delante, y ante nuestra negativa nos castiga a amputarnos los pies, momento en el cual una de las nubes raudas de Álvarez Vélez aparece y nos rescata. Con un ron de alivio se lo agradecemos en lo que vale y todavía queda en la botella.
- Después, en la hora de la vigilia en reposo, José Luis se contempla en el cristal de un anochecer frío y desangelado, se ve inundado de estrías, de emociones fondeadas y varadas, de escamas intangibles, y decide encararse consigo mismo a través de la tela. Ya todo es finito, pasajero y sujeto a caducidad.
- Señala, delimita y recrea la elocuencia de los matices en sus nebulosas, como queriendo abarcar una galaxia de sentimientos que han esperado mucho tiempo para salir, expandirse y generar sus propias planicies estelares. Es una desesperación que se autoalimenta en poemas inconclusos que acaban bien cuando más agobiados están, cuando la luz de esa plasticidad rodea al autor y le obliga a no cejar hasta haberlo culminado.
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
Wikipedia
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3 de febrero de 2010
JOSÉ LUIS ÁLVAREZ VÉLEZ / PRECES ÍNTIMAS
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Yo no sé nada de pintura abstracta, pero me gustan los colores que le ha dado a la primera obra aunque da la sensación de un órgano herido, enfermo en movimiento y que gira sobre un eje al lado contrario de las agujas del reloj, en el movimiento, en el giro, al centro adquiere rojos y naranjas que le dan fuerza y vitalidad.
ResponderEliminarLa segunda obra se ve una gran cara con boca gritando. Malhumorado y más gritón hace que se vea la franja negra que le cruza, y hace de fondo de boca oscura. El gruñido se disipa, se vuelve un mar tranquilo de verde mezclado con el azul cielo. El cielo está cubierto de tonos pastel. Lo que a mí me da a entender que el autor ha querido plasmar violencia, grito, y tener un gran genio, y luego todo se queda en agua de borrajas. Porque los tonos así dicen de ser una persona melosa y apacible. O haber captado un fantasma de temperamento fuerte, que convierte las cosas cotidianas bruscas y desagradables en sosegadas.
El retrato da miedo. Es como un fantasma huyendo de su propia mirada. En el espejo se refleja lo que él piensa que es: una persona acabada, difuminada por el tiempo. Pero aun está en movimiento. Su cara se desfigura pero su alma aun sigue intacta. A veces el sufrimiento nos lleva a pensar que estamos acabados, que para nosotros no queda nada, y nunca terminamos, ni siquiera cuando nos morimos ya que pasamos a ser energía que de alguna manera para alguien o algo que hará uso de ella.
El último rostro me gusta por los colores que tiene. Se ve una persona luchadora que sigue creando. Sus cejas están levantadas lo que significa que está atento, absorto a los avatares de la vida.
Saludos