Hay obras que es difícil encararlas, siempre se cuelan y hacen que nos colemos en ellas sin defensas ni estereotipos. Con la erigida por el mejicano AMORALES nos pasa eso mismo o más, porque los destellos de lucidez en medio de esas instalaciones omnipresentes nos apabulla, nos deja congelados sin poder dar un paso.
El arte de hoy carece de piedad, aunque sea mínima, para el espectador y no le deja respiro. Bien es verdad que estos trabajos están bien encajados sobre moldes de una visión contemporánea y global, incluso podemos asegurar que son golpes estéticos certeros que no caben en un concepto o en una definición, sino en un escenario luminoso que determina ideas y sensaciones en múltiples acordes.
El observador ya puede tomarse su tiempo, dará igual, el continuo e ilusorio movimiento no depende tanto de su mirada como del contacto físico y sensible, cuyos efectos interactúan con nuestro yo más escéptico y no por ello menos intuitivo.
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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17 de febrero de 2010
CARLOS AMORALES (1970) / LO IMAGINARIO SIN ATENUANTES
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