- A la hora de desechar quimeras inexistentes y rastrear lo sólido, he de regresar a él, a Cándido, el artista de Paracuellos, escultor e incipiente pintor, que al pasarse las veinticuatro horas del día en el taller masticando hierro, probando su fiabilidad, buscándole la veta anímica, la expresión fugaz pero imperecedera, no vacila en la persecución de la huella de lo hallado hasta que toma la forma que ambos previamente han conjugado de mutuo acuerdo.
- Si la obra adquiere rasgos es que hay un continuo azote de imágenes ondeando como siluetas aéreas. Si la creación es montículo, armazón, estructura o entramado, reviste el relieve de un yunque, la talla de un ídolo o tótem adivinando señales o una cruz simbólica que bendice los espacios que genera en su entorno.
- Es un hacedor incansable en la construcción de talismanes férreos que queden como frutos de extensiones que necesitan habitarse con la dureza de un elemento primordial, con la verticalidad de su condición ilimitada.
- Son los volúmenes que al cruzarse en nuestro camino imprimen fuerza y energía a la superficie que pisamos, a la dimensión en que existimos , y en ellos laten designios que ofrecen una función redentora. Y así debe seguir siendo.
- De mi amigo Humberto no he recibido pistas y contraseñas. Debe andar a la busca de pateras turbias que no se hundan nada más zarpar. Pero no las encuentra y no hace más que desesperar.
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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26 de diciembre de 2009
CÁNDIDO MONGE / EL HOMBRE DEL HIERRO
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