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24 de agosto de 2009

FERNANDO ZÓBEL (1924-1984)

  • Azota una brisa que deja en suspenso el color de lo que quiere ser. El instante es fugaz, se desliza en tenues oleadas que se incrustan en las retinas, que las invaden con el propósito de fecundarlas con la vivencia excitante de la plasticidad.
    • Mark Rothko decía que nuestra experiencia tiene un alcance infinito, pero que al mismo tiempo sólo somos conscientes de una parte infinitesimal de ella. Zóbel, el autor español de estas delicuescentes obras, agranda ese infinito hasta casi poder tocarlo, palparlo, hacerlo parte de nuestra respiración.

      • El artista ha atrapado y condensado esa realidad que le rodea, ese caudal de emoción y trascendencia y lo ha hecho un flujo que mana en la superficie del lienzo como un céfiro que discurre disgregando y agregando formas, retazos de vidas que continuamente pasan camino de su difuminación definitiva.Zóbel no ha dejado, por tanto, que se le escape la verdad del magnetismo de un lenguaje que tiene en la sensación primigenia su razón de existir.

    • Hace tiempo que por distintas causas no comemos bien. Y para imbuirnos de la nada, mi amigo Humberto atisba durante horas el espacio pero no ve a nadie ni me cuenta de alguien. Es triste que esté perdiendo el olfato del mito de tanta subyugación a un Malecón yermo y despiadado. Yo le acompaño en el infortunio y en el ron ya que mi mirada tampoco sirve en el acomodo y sustentación de creencias imposibles.





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