El gran grabador mejicano José Guadalupe Posada no ritualiza a la muerte según las funestas convenciones al uso sino que a través de sus calaveras o "calacas" nos profetiza otro tiempo y otro mundo, ambos con los mismos signos de vitalidad que dejamos en éste cuando lo abandonamos.
El huracán atrona en una afonía sin espera. El malecón, hoy, defiende su atalaya, pues sin ella dejaría de ser y estar para los que se cobijan en la utopía, para los que no tienen otro asilo, para los que sin ese abrigo no tienen pensamiento, ni libertad ni futuro, para los que carecen de otra guarida y para los que el amparo ha llegado demasiado tarde.
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