- Para algunos pintores el tiempo necesita derramarse antes de precipitar su sustancia en la tela. Para el gallego LAGO el tiempo ya está vertido e inclinado sobre el contemplador, aspirando la fragancia que dimana de su mirada.
- Sin embargo, las tierra gallegas siguen escondiendo los vapores del sueño, entendiendo que no hay tales sin las brumas que ennegrecen las tintas, la balsa de fluidos o la capa de misterios que más que apaga, alborea y serena.
- Entonces, y para hacerlo más insalubre, hemos de decir que la acuosidad es un saldo del que tirar sin miedo porque nunca se rompe, y es que hay que entrar en ella sin cumplir el protocolo, únicamente dejando que el horizonte o la insonoridad del fondo nos arrastre hacia la interioridad de unos espacios que aparentan un vacío que paulatinamente se llena.
El color es esencia y consistencia, es más que todo y menos que nada, en unos paisajes y bodegones que anuncian soledades grandes, encuentros fortuitos y seres extintos o a punto de serlo.
- El remate lo pone este poema incompleto de mi amigo y artista José Luis Álvarez Vélez: