Pável Filonov, artista gráfico ruso que fundó una escuela de pintura analítica en Leningrado, ha aprendido que en las distintas fortalezas o baluartes en que los hombres están encerrados, cada uno de ellos es el esclavo de una duda que se repite por patios, recintos, escaleras, muros y hasta techos.
En esta obra el silogismo surge de la tensión, de la fuerza, del movimiento y de la luz, que son los cómplices de ese pensamiento que se desvela. Cada nivel estructura un suceso plástico que se encadena al conjunto pero que guarda celosamente su autonomía de significados, de modo que el espectador pueda ordenar, con metódicas visiones, este aparente caos.
Al contemplarlo detenidamente también comprobamos que la duda es un grito de liberación y de emancipación que el pintor despliega para que sus múltiples autorretratos resquebrajen, aunque inútilmente, ese torreón y de esa forma poder escapar. Una premeditada alegoría de su tiempo y contexto histórico.
Un frío aliento de espíritus barre el malecón y nuestros soplos invisibles anidan en una escollera que constantemente recibe los nombres de las almas de los hombre que perecieron en aguas que maldicen lo que un día han bendecido.