- Sobre unos espacios fríos como presagios e iluminados, cuadrados o esféricos, se desata una figuración limpia, de colores puros consagrados a infundir una visión fantasmagórica cuya explosión está a punto de suceder. Nos confunde porque nos imaginamos como espectadores estar fuera, pero residimos dentro.
- Estamos ante una obra en la que su autor, el catalán VILARÓ, se decanta por una apología plástica mentirosa de ese horror que se manifiesta a nuestro alrededor como un apocalipsis paradójico, entre lo atractivo y lo odioso, entre el amor filial, la infancia, la pasión, el crimen y una moraleja que no se cansa de ir al lavabo a testimoniar su vómito.
- Lo que nos impacta es que se trata de una pintura modosita, virtuosa, casi virgen, y solamente al acercarnos observamos que viene contaminada y envenenada, que estamos condenados a repetir nuestros errores, a movernos conforma a una naturaleza, la humana, que es irremediable y que ni la salida de urgencias la salva.
y la luz que casi
desde entonces se ha parecido
al fuego de la bomba atómica
un poco
(Inger Christensen)
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