7 de marzo de 2016

RUBÉN MARTÍN DE LUCAS (1977) / EL COLOR DE LO QUE QUEDA

  •  Decía Rothko que los cuadros debían ser milagrosos: en el instante en que se acaba uno, termina la intimidad entre la creación y el creador. Acaba siendo un extraño. Yo no lo creo así, siempre queda un vínculo que más tarde se convierte en raíz.
  •  En esta aventura física y plástica ribereña del madrileño MARTÍN DE LUCAS se ponen de manifiesto las cualidades básicas de la pintura, como es la aptitud de la inteligencia ligada a una sensibilidad directa, y la habilidad. 
  •   La sensación que desprenden es que como espectadores podemos navegar por sus obras, celebrar la vibrante escala cromática que emplea en cada una, contemplar la carga visual que entraña el conocimiento de un mundo lejano, el paisaje absorto, sin habitantes, de un modo de vida que surge de las ruinas, con las algas y el junco de la aurora.
Tuvimos el mismo oficio
Que enseña a ver por la noche
Ver es comprender actuar
Ser o desaparecer
(Paul Eluard)

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