22 de febrero de 2014

MIGUEL ÁNGEL SALVÓ REYES (1971) / SALÍ DE LAS TINIEBLAS AUNQUE VIVO CON ELLAS


  •  Desde el último post que le había dedicado a SALVÓ en Octubre de 1912, el artista cubano residente en Mallorca se ha visto inmerso en una cadena de resquebrajamientos físicos, de parálisis creativa, de impotencia y frustración y en definitiva de esa melancolía que no te deja ver más allá del vacío aunque el mar esté a tu lado y reclamándote.    


  •  Pero tomó a Man Ray como ejemplo en lo referente a que a fuerza de ensimismarse en la opacidad de las tinieblas, encontró reservas ilimitadas de la energía que se requiere para llevar a cabo una obra inspirada por el deseo.


  •  Claro que como dice María Bolaños, nunca se libra el artista de estar entre la exaltación y el desánimo. Y Miguel Ángel tampoco, lo que hace que haya algo característico en su creatividad y es que la forma, la representación, las líneas, los contornos -ese perfume clásico, renacentista-, el entorno, el mundo y el color lo han elegido. El mismo Picasso señalaba que el pintor no elige, que había cierta formas que se le imponían. A pesar de ello, no se limita a una mera invención y registro, sino que consigue que su pintura y él sean todo un conjunto dramático.    


  •  En sus nuevas piezas surgen realidades de distintas dimensiones, que se encajan e incuban unas en otras con una caligrafía depurada y un cromatismo que es una carne propia y elucubrada, que está pensando y meditando sobre el fin y los medios, sobre la historia y la experiencia encarnada en ella. 


  •  Lo real no ha perdido sus conexiones internas ni su lenguaje la verdad de esas fronteras humanas y existenciales. Esgrime sus episodios en base a un sentido constructivo, en virtud de un modo de expresarse con una pasión concreta, hecha de oficio y de un imaginario que siempre alienta un absoluto imposible de conseguir. Pero eso que llaman cosmogénesis está ahí, con unos cuadros que desmienten las dudas sobre sus significados, de los que hay delante y de los que hay detrás.      


  • Y, como dicen los viejos talmudistas, quien anda con la antorcha de la verdad no deja de quemar algunas barbas.


pero todo está claro
y es más dulce
más útil
sobre todo más dulce
reconocer que el tiempo está pasando
que está pasando el tiempo y hace ruido
y sentirse de una vez para siempre
olvidado y tranquilo
como un cero a la izquierda.
(Mario Benedetti)

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