- Decía Baudrillard que la imagen primero fue reflejo de la realidad, después se convierte en máscara y perversión de la misma, más tarde en la máscara de su ausencia y acaba no guardando relación con ella, cualquiera que ésta sea, ya que se ha transformado en su propio y puro simulacro.
- Tal conclusión no es siempre válida, porque en el caso del gallego VILAMOURE no hay tal disfraz, sino que se percibe una realidad que tiene la profundidad subterránea de un sueño que rompe sus axiomas contra muros que ya no pueden impedir reflejarnos como seres metamorfoseados (sin estar pervertidos), aunque conserven nuestros mismos genes y pérdidas de candor.
- En esos espacios fríos que buscan al personaje, éste nos intimida, nos invita o le parecemos extraños carentes de la sensibilidad necesaria para participar de su mundo. Como espectadores nos parecen unos dobles que nos miran como lo que somos y por tanto nos dan la mínima importancia de lo que no sabemos ver ni sentir, pues el pathos se ha aposentado en ellos y no en nosotros.
- Y girar sin fin en el alba
- con la oscura palabra dentro,
- con el cantar a flor de vida
- ignorando el remoto término.
(José Hierro).
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