20 de diciembre de 2012

RUFINO DE MINGO (1953) / LAS MEMORIAS DE MI ENCIERRO


  •  Hace un año le dediqué a RUFINO DE MINGO un post porque consideraba que su obra  entre lo primitivo, lo transgresor y lo simbólico marcaba señales imposibles de no ver. Estaban ahí para ser derrota exaltadora conforme se apuntaba en su contexto hacia una pírrica victoria en otros órdenes intrascendentes. 


  •  Hoy es con motivo de su exposición actual en la Vidriera de Verona en Madrid, cuya presencia activa nuestras capacidades para integrar ese acervo antropológico, expresionista y mitológico en una contemplación contemporánea.


  •  Sus esculturas, cuyo pequeño y mediano formato denotan la más precisa esencia de la significación, son fruto de tocar la carne secular, de sentir en un trasmundo y de que hay un misterio de cumplimientos pendientes.    


  •  Son como trasgos yertos pero no ciegos, que atesoran la piadosa dignidad del mensajero, invitándonos a entrelazar miradas y actos, identidades y visibilidades estatuarias. No postulan arengas ni templos, están a la espera de que los que murmuran se queden sin cielo, pues ya es hora descolgarse de ese espejo que guarda la navaja en nuestra ausencia para tallarnos como si hubiese un horizonte más, además de una carcajada en el polvo.   


  • RUFINO es un compendio y una recopilación, eminentemente más escultor que pintor, que explora desde el interior, que viaja sin aditivos, que involucra el ser en sí mismo y consigo mismo, y que ya no tiene más remedio, a pesar de los pesares tan ingratos y encarnizados, de continuar con la cinceladura alegórica de sus esfinges. Muy buena y mejor suerte le deseamos y que sea el presente y no la posteridad la que venga a su redención y liberación.


Los pasos, los verdaderos pasos en la espalda
del cielo, el eco de cada paso,
es una medida que se prolonga en una huella, 
y en una penetración que nos regala
la ceguera de la marcha.
(José Lezama Lima).   

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