Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
Si buscamos el paradero de otros conglomerados de monolitos, no tenemos más que preguntárselo al italiano POMODORO, aunque él no creo que nos aclare que su intención era que esas efigies funcionasen como intrépidas reminiscencias de un ideario que pretendía ser omnisciente.
Sus superficies están horadadas, los tajos abren oquedades, interiores o dejan grabadas las heridas ordenadas, geométricas de civilizaciones supuestas o de culturas que se amparaban en esos ídolos para renovar sus teodiceas.
Dentro de la esfera la tierra oculta su naturaleza aunque no le sirve de nada, la pirámide comunica su tiempo nuevo y los baluartes las muecas de sus defensas conquistadas.
Es una obra cargada de connotaciones, fuentes, mitos y referencias, centrada, asimismo, en una plástica que conjuga el misterio y finalidad artística, lenguaje y sensibilidad panteísta de una humanidad que lo necesita para vivir.
La misma necesidad de unos artistas que nos sugieran continuamente nuevos símbolos de la realidad que reflejen estos cambios (HerbertRead).
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