10 de septiembre de 2008

VIRTUD, HONOR Y TEMOR


Montesquieu, en el Espíritu de las leyes, nos remite a tres elementos fundamentales: el honor en las monarquías, la virtud en las repúblicas y el temor en las tiranías. Si, en una traslación heterodoxa, llevamos analógicamente estos tres ingredientes al campo pictórico, tendríamos que la virtud se reservaría para la pintura que deja huella de sí misma como lo que es, el honor para la que que teniendo clara la consumación no llega a alcanzarla y el temor para la que sólo busca el remedo, la simulación o el encubrimiento.


La pintura se asemeja a la acción política en sus mecanismos, el primero referido al fin que se persigue, el segundo a la meta a la que se orienta de forma imprecisa y el tercero al sentido que se manifiesta en ella al ejecutarse (Hannah Arendt). Pero la diferencia básica se encuentra en el modo en como se hilvana una y otra, desde la individualidad insustituible en el primer caso (no siempre, es verdad), a partir de lo colectivo en el segundo.


José Luis Comellas, en su libro "El último cambio de siglo", afirma que "el sabio positivista de últimos del siglo XIX busca la fisis -la manifestación externa de las cosas-, y renuncia a conocer y sobre todo a comprender la esencia de las cosas mismas.Se queda en la superficie y en la superficie encuentra precisamente lo que busca: las aplicaciones prácticas de los fenómenos, que no su explicación", pues se identifica como nunca utilidad con verdad.


También esta observación y distinción podemos trasladarla o extrapolarla al mundo de la pintura, pues a todo lo largo del siglo XX y hasta hoy no hemos parado de preguntarnos en esos términos en todo lo relacionado con los "ismos", las vanguardias y sus desarrollos. Y seguro que no dejaremos de seguir buscando y separando lo superficial y útil de lo que va más allá.


Tiempo de desolación en el malecón. Sus habitantes, en silencio, mudos, palpan sus heridas y cicatrices, hacen inventario de sus pérdidas y ruinas, catalogan sus miserias y como llevarlas en procesión. Un vendaval huracanado habrá causado una indigestión de hambre y sed de nuevo y con ella tendrán que seguir viviendo o muriendo, ya no hay para el caso tanta diferencia.

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