Me he levantado al oscurecer con la belleza de "Flor de Fango" importunándome la retina.
Me fijo una vez más en esa representación de la mujer cautiva cuyo fatal destino es sobrevivir siempre que siga cautivando, que continúe seduciendo. ¿No es esa la razón por la que la mantengo colgada?
No tiene origen ni se llegará a conocer su fin. Únicamente esta imagen dejará un rastro de que existió y de lo que fue. ¿Pero de qué le habrá servido?
Nuestra memoria no la echará de menos aunque pienso que nuestra mirada, sin ser conscientes de ello, se quedará un poco más vacía sin ella.
Incluso en esta ficción de futuro de la que no queremos escapar -es el engaño que más ansiamos merecer-, hasta dejará de ser víctima, se convertirá en mero desdén.
Pero yo persistiré en conservarla para que persiga mis fantasmas diurnos y me castigue por mis incontinencias nocturnas -¿es ésa una de las funciones de la pintura?-. De tenerla ausente se consumarán las ruinas de un edificio que está ya amenazado de ellas.
Mi amigo Humberto me encuentra en el malecón y se lamenta de que ya ha pasado el domingo de ramos, mas yo le espeté: no te soliviantes, todavía nos quedan los domingos de tragos. Y a eso vamos.
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