- La insolencia inconmensurable del artista consiste en hacernos viajar en el ir y venir de un mundo y ofrecernos después pasar a otro. No hay un momento de respiro con el fin de que la mirada se acostumbre a reflexionar al mismo tiempo que penetra en los arcanos de la proyección plástica.
- Y si es así es porque ciertas obras se conciben como una expresión máxima sin la cual no serían posibles. Y para ejemplo es el trabajo del español Luis Sáez, cuya autenticidad se desdobla en una dimensión en que hasta el tiempo ha sido sometido a la condición tutelar de lo que nos sustituye, a nosotros y a la naturaleza, en otro espacio cuya trayectoria es una pintura de seres voraces, amenazantes, peligrosos, crueles, monstruosos.
- ¿Serán signos de destrucción que tomarán nuestro lugar y lo harán desaparecer mediante una orgía de devastación augurando con ello el inicio de una nueva era renacentista? ¿O la transcripción de unas pesadillas ilusorias que estaban subyacentes? ¿O el ejercicio de una esgrima plástica que llena vacíos imaginativos y ominosos?
- Existe dentro de estas obras un sentido apocalíptico que conforman un germen universal cuyos umbrales están desplegados a fin de sentir aquello que creíamos haber dejado atrás y sin embargo está presente. El grito que nos dedica y dirige no proviene de una boca sino de una materia pigmentada que encierra lo insospechado y que afortunadamente no duda en darse a conocer.
- Amigo Humberto, me ha dicho El Malecón que él quiere, como Hernán Cortés, conquistar más mujeres que tierras, jugar a los dados como nadie, ser un gran comedor y hacer gala de un beber templado. Pero el muy ladino se guarda muy mucho de ser un virtuoso en el derroche tanto en la guerra como con las doncellas, los amigos y en antojos. Ya no hay tiranos como los de antes, me contesta.
- Amigo Humberto, me ha dicho El Malecón que él quiere, como Hernán Cortés, conquistar más mujeres que tierras, jugar a los dados como nadie, ser un gran comedor y hacer gala de un beber templado. Pero el muy ladino se guarda muy mucho de ser un virtuoso en el derroche tanto en la guerra como con las doncellas, los amigos y en antojos. Ya no hay tiranos como los de antes, me contesta.
- Existe dentro de estas obras un sentido apocalíptico que conforman un germen universal cuyos umbrales están desplegados a fin de sentir aquello que creíamos haber dejado atrás y sin embargo está presente. El grito que nos dedica y dirige no proviene de una boca sino de una materia pigmentada que encierra lo insospechado y que afortunadamente no duda en darse a conocer.
- ¿Serán signos de destrucción que tomarán nuestro lugar y lo harán desaparecer mediante una orgía de devastación augurando con ello el inicio de una nueva era renacentista? ¿O la transcripción de unas pesadillas ilusorias que estaban subyacentes? ¿O el ejercicio de una esgrima plástica que llena vacíos imaginativos y ominosos?
- Y si es así es porque ciertas obras se conciben como una expresión máxima sin la cual no serían posibles. Y para ejemplo es el trabajo del español Luis Sáez, cuya autenticidad se desdobla en una dimensión en que hasta el tiempo ha sido sometido a la condición tutelar de lo que nos sustituye, a nosotros y a la naturaleza, en otro espacio cuya trayectoria es una pintura de seres voraces, amenazantes, peligrosos, crueles, monstruosos.
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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12 de enero de 2010
LUIS SÁEZ DÍEZ (1925) / CON LOS OJOS ALERTA
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A mí me resultan muy simpáticas estas obras. Sí tienen un halo de dureza, de monstruosidad, pero los colores tan vivos hacen que derrochen belleza dentro de la agresividad que se les ve.
ResponderEliminarPor ejemplo la primera obra es una calabaza de metal, y dentro hay una joven guerrera que luce sus turgentes pechos. Estos pechos que pueden dar de mamar y alimentan para dar vida. Y por otro lado el autor le puso en sus manos una guadaña, que es el símbolo de la muerte. Ha forjado la vida y la muerte en una misma imagen. Esta obra, es muy llamativa por los colores y la forma que el artista le ha dado.
La segunda obra creo que es de todas la más belicosa, debe de ser el monstruo más terrorífico y poderoso de las guerras. Se le ve por su armadura que derrocha crueldad, pero a la vez, esa cinta que lleva por cinturón para amarrar las espadas, junto con las plumas coloreadas, le da un toque de afeminado. Lo que es posible que el autor de la obra, haya querido transmitir, que detrás de tanta agresividad, de tanta mordacidad, puede haber pequeños toques de templanza. Los colores son muy llamativos, lo único frío es el metal y los dientes de animal tan feroz.
La tercera obra me parece la más dulce. Una armadura sonriente. Con cuello como los que pintaba el Greco que ensalzan la belleza. Con unos pechos muy bellos que se salen por tanta turgencia de la armadura. Se ve una guerra inofensiva y muy femenina.
La cuarta obra se ve un animal, tal vez un carnero mecánico atado a varios tubos o corriente, cuya armadura son cojines inflados por oxigeno. A mí me parece algo cómico.
Y la última obra si tiene tintes más destructivos. Son una especie de hombre y mujer, mutilado y colgado. Se ven en carnes vivas, desollados y con los músculos retorcidos. Esta obra produce mucha intranquilidad al mirarla, una zozobra espeluznante.
Desde luego el autor si sabe hacer sentir las diferentes formas de disfrutar con la imagen, o de padecer al mirarlas. Lo que no entiendo son las bolas que flotan haciendo de cabezas (tal vez sea la bola del mundo que anda algo descolgada)
Saludos