- La presunta naturaleza del hombre, que tiende a reconocerse en estas cabezas, ha sido recompuesta y rota cien veces a los largo de la historia. Aunque bien podrían haber sido muchas más. Y seguramente seguirán partiéndose y rehaciéndose.
- Pero para DILLON, en estas esculturas de cerámica, es que la testuz revierta a su condición primitiva, aborigen, a su pureza tosca y ruda, con un cromatismo simbólico de lucha por la tierra y la supervivencia.
- Su visualidad no responde a la iconografía de seres sensibles, sino a los de una existencia que se protegía erigiéndose ellos mismos como ídolos de muerte, que se veneraban colectivamente y no cejaban en su combate panteísta.
Todo lo que está herido hiede
Todo lo incompleto hiede
El hedor es terror
(Rodolfo Hinostroza)