- La estructura de la superficie pictórica de estas obras del neozelandés HEMER es una síntesis fulgurante que encuentra en la búsqueda de una plasticidad máxima la causa de su existencia.
- Son como fragmentos silvestres que se desnudan conforme a la sensibilidad de un cromatismo cuya amalgama evidencia su identidad abstracta única y lírica, en un todo que ensalza su dimensión con los acordes de unas formas polivalentes.
- Aunque delatan un preciosismo que resuena en los brillos e irradiaciones que imprimen el nexo de su materialización, su construcción lo compensa con una magia que se encadena a los ámbitos de nuestra visión sin una reflexión previa.
Estoy sentado frente al muro blanco
esperándolo todo y obteniendo
todo de cuanto es nada en su blancura.
El muro que es desierto de mi alma.
El muro que es desierto de la luz.
(Antonio Colinas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario