Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
Wikipedia
27 de abril de 2009
ROBERTO FABELO
Y con tal pretexto nos introducimos en la obra del gran artista cubano Roberto Fabelo, para cuya contemplación no es necesario ningún prolegómeno más ni tampoco un soliloquio desesperado.
En sus esculturas (enormes recipientes llenos de huesos, de utensilio de cocinas, de casquillos de balas, de desechos, etc., además de sus cucarachas humanoides) descontextualiza objetos y significados para imprimirles la verosimilitud artística de otros, que a través de esa metamorfosis se erigen en una declaración estética en defensa de la tierra, en un canto a la conservación y preservación de lo telúrico, y una mirada implacable sobre una humanidad más inclinada a la destrucción que a su exaltación.
En sus pinturas, por el contrario, ese género humano y animal se configura con una crueldad tierna, como un grupo de personajes, diría que arquetipos, obesos, histriónicos, deformes, tal que miembros de un orfeón de mudos que les toca cantar con la más fea.
Por eso, esos cuadros de texturas cromáticas tan ajustadas a lo representado son acordes con una línea expresionista derivada de una intencionalidad marcada por una historia ya marchita, en que lo esperpéntico abarca lo grotesco y lo extravagante.
Sin embargo, sus dibujos, de una técnica depuradísima, guardan una simetría de belleza clásica y de fantasía helenística (se me ha venido esta ocurrencia de repente), desarrollados sobre la base de un escenario del que el espectador debe disponer imaginariamente para encontrar en él la razón de esa quimera hecha realidad plástica.
Ante nuestra miseria y falta de medios, Humberto y yo, hoy, repartimos miradas en el malecón. Algunas son secretas, otras misteriosas; unas, insinuadoras, las más, seductoras, las menos, incitadoras; aquéllas, extenuadoras, éstas, acuciantes y sospechosas; las mejores, las intensas, las peores, las desesperantes. Al final se nos acercó un enviado del malecón que furioso procedió a nuestra expulsión por ser unos pervertidores. ¿De qué? nos preguntamos.Y en silencio nos dijimos que ya no quedan dioses capaces de perdonarnos y permitirnos beber un ron de penumbra.
24 de abril de 2009
MIRTA BENAVENTE
23 de abril de 2009
DANIEL SANTOS
21 de abril de 2009
JOSÉ BEJARANO ALEGRE
20 de abril de 2009
ISABEL PONS TELLO
Es muy difícil abordar la obra de esta pintora sin incurrir en lo que ya se ha dicho sobre ella, aunque intentarlo es como seguir apostando por lo que ya es una realidad que ha desafiado la magnitud de sus propios límites.
No es antropocentrismo ni teología lo que talla en sus trabajos (asideros muy recurrentes incluso ahora), tampoco es doctrina ni axioma (a lo que no deberíamos tender nunca), es simplemente una subjetividad que encuentra señales, signos, manchas, huellas, vestigios, símbolos, marcas, cicatrices, indicios, surcos, residuos y rastros, para someterlos a una labor de significación plástica hasta que dejar que el cúmulo de esas rugosidades y pliegues vestidos con galas densas e intensas de hondo cromatismo, infunda a nuestras miradas las claves de un acontecer que se hace arte a través de la poderosa magia nacida de una técnica de comunicación intransferible.
El conjunto de estos incesantes trabajos comprenden y abarcan parte de una vida determinada en que si tiene que haber misterios o incógnitas continúen así, y si tiene que haber evidencias y manifestaciones se entiendan en su justa medida, contexto y dimensión.
Humberto y yo estamos hartos de aventuras y sólo queremos machucar los confines de un malecón que cada día nos asedia más. El rumbo no acaba de sufrir variaciones y con tanto mapache irrumpiendo por estos dominios no nos queda ni un instante de reposo sin tener que asistir a actos teatrales que se desentienden de la náusea para mirarse el ombligo. Sin embargo, nos quedamos y compartimos con los macuaches gotas de ron y una gramática parda.
17 de abril de 2009
BENEDETTO CROCE
Pero discrepo de él -permítaseme tal insolencia- por la seguridad con la que manifiesta que ningún crítico puede convertir en artista a quien no lo es y que tampoco puede deshacer, abatir o menoscabar a un artista que sea artista. Los hechos y la historia dicen lo contrario y no es cuestión de poner ejemplos que todos tenemos en mente y que no sería piadoso traer a colación.
En cuanto a que los críticos sean o se consideren artistas fallidos, no deja de ser otro tópico más y un argumento carente de una verdad sustentada por circunstancias reales.
Y si hay una crítica que clasifica y tritura el arte, no es lo que me atrae; y si hay otra moralista, tampoco cabe en mi enfoque; y la hedonista, me apetece pero no convence; o la intelectualista, de tan hermética, vacía; o la psicológica, que separa el contenido de la forma, que más que inviable, es imposible.
En resumen, la mejor o peor crítica, vista desde el prisma de un malecón falto de afectos, es la que uno ve, siente y vive a partir de su propia formación humana y artística, su sensibilidad y sus sentimientos.
Humberto, cuando le hablé de él, nunca había oído hablar de Timur también llamado Tamerlán. Zais Vosifi, historiador árabe, escribía que allá donde aparecía Timur la sangre de los hombres se vertía a raudales y el cielo tenía el color de un campo de tulipanes. Amante apasionado del arte (¡qué paradoja!), la mitad del día la dedicaba a matar con la misma dedicación que se entregaba a la actividad artística. Y así nació la ciudad de Samarcanda, cuya belleza y perfección dirige el pensamiento del hombre hacia la mística y la contemplación (Ryszard Kapúscinski). ¿Podría llegar el malecón un día a seguir su ejemplo? Por si acaso nos callamos, no fuera a escucharnos, y seguimos nuestro camino en silencio entre trago y trago de ron.
Reproducciones de obras de Martín Pérez Irusta y Mark Rothko.
16 de abril de 2009
TEÓFILO BUENDÍA
- Siempre hay un espacio que ocupa un vacío hasta que el escultor lo descubre, y al atraparlo se ve obligado a penetrarlo para intuir un cuerpo, un volumen, una forma, un ser o una realidad, en definitiva. Su conciencia es posicional en cuanto que se trasciende para alcanzar y hacer el objeto (Sartre).
Teófilo Buendía, artista español, en esta obra, envuelta en un sutil misticismo, se posiciona y con ello libera a la madre o diosa Gea de las cadenas que la ataban a su prisión subterránea.
La ha hecho resucitar y elevarse como un árbol solar que se bifurca a partir de un cilindro inicial y sin llegar a desprenderse de esa peana prisión donde quedan como testimonio las lacias cadenas. Ha dejado atrás una historia, ahora comienza la conquista de otra en la que la creación toma un rumbo distinto.Y de ahí que esa apertura inicial y cierre desemboque finalmente en un beso que simboliza las uniones que se dividen para complementarse en lo intrínseco, en lo que culmina toda fusión indeleble. Eso es o querría ser la madre tierra, sin duda.
Creo que es una talla modesta, de ánimo reposado pero que exige al observador que se concentre en ella tal si fuese un ídolo de madera, después de haber sido la condena de un foso vacío de aire con grilletes. La tragedia estaba anunciada pero mi amigo Humberto, tal era su pasión, no lo había advertido. Yo se lo auguré pero no puso el oído. Y le pasó lo mismo que al gran pintor georgiano Niko Pirosmanishvili que sólo pintaba pantagruélicas cenas que nunca llegaría a probar. Le pintó un retrato al gran amor de su vida, Margarita, con su boca enorme, sus ojos saltones, sus orejas colosales, para regalárselo. Desde entonces vivió solo y abandonado.
Lo mismo hizo Humberto a su Lionela, pero añadiéndole dos senos asimétricos, un culo del tamaño de la isla y unas piernas para pisar enanos, con lo cual se encontró con lo que cabía esperar (menos él): improperios, insultos a su masculinidad, maldiciones, acusaciones, afrentas, un abandono furioso y si te he visto no me acuerdo. Lo recogí en el malecón al alba cuando iba enseñando el retrato a los babalaos allí reunidos, que creyeron que era una nueva diosa a la que dedicar un cenobio de proscriptos .