- No sabemos si fue el hispano cubano FELIPE ALARCÓN el que cruzó el océano para encontrarse con Cervantes o al revés. Lo cierto es que se produjo una fusión y que fruto de la misma es una serie prolífica de este artista sobre el autor de Don Quijote.
- El día 18 de este mes en Mota del Cuervo (más tarde en Quintanar de la Orden), y hasta el 30, habrá una nueva ocasión para asistir a la visión de esta obra que tiene en Cervantes, su vida y su mundo la encarnación más arriesgada, la que ofrece otra dimensión merced a los elementos plásticos singulares que nos transmite, así como otras sensaciones y reflexiones.
- Es como si FELIPE hubiera escuchado a Platón en lo concerniente a que si no hay percepción del propio fin del arte, éste se convertirá en mera rutina y degeneración. En su caso nunca se dará tal circunstancia porque si el escritor fue el introductor de la novela moderna, él trata de ceñirse a transportar ese universo y esa semántica al día de hoy, a las pautas de contemplación e interacción actuales.
- No duda en adentrarse en todas las posibilidades y técnicas de expresión que residen en su intelecto a la espera de servirse de ellas para configurar lo que infiere e interpreta, hasta conseguir que conlleve a una creación sólida y universal, a una significación que se mueva en el ámbito de lo estético con una señal nueva, con una sagacidad de contenido que explique y al mismo tiempo recite.
- Si sobre el insigne autor han planeado muchos imaginarios, éste es uno de los más fértiles en su representación y dotes comunicativas, entre otros aspectos porque es quizás el que más abarca e incluye, comprende y envuelve. Su concepción es como un fresco que va de acontecimiento en acontecimiento, que hace del color y la línea, la mancha y el collage, puntos decisivos en orden subrayar la magnitud de una historia. Tal hecho queda de manifiesto en el libro catálogo que en unos días saldrá a la luz como conmemoración y homenaje, y en el que tuve la suerte de participar como factor del texto.
Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi propio mundo.
(Ludwig Wittgenstein)
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