- Hace unos días en Costa Rica, en enero en Berlín y en julio probablemente en Pensilvania. La vocación universalista en la obra del hispano-español ALARCÓN ECHENIQUE tiene su correspondencia en estos itinerarios que la van enriqueciendo al mismo tiempo que la van completando y la dan a conocer. Universalista, pues, en vocación y en su recorrido. Por eso sus micromundos enlazan la realidad moderna y del presente con el pasado clasicista, la tradición y el sentido renacentista.
- Sus coreografías envolventes se originan de afuera a dentro, se engarzan unas a otras, arrastran seres pequeños confusos en búsqueda permanente de su lugar y se encuentran con otros en la tesitura de unas diacronías que son resumen de vidas, infortunios, historias, iconografías, sucesos, raíces y creencias. Para ello, las líneas de sus dibujo son totalmente sutiles, ingrávidas, múltiples, ríos plagados de meandros que forman contornos circulares, al igual que las existencias que se conciben como ciclos, tal es la fuente de sus imaginarios caribeños que van desde lo ecuménico hasta lo cósmico.
- Pero sus gamas blancas y azuladas, las que incitan a la luz, alcanzan el factor de sublimidad que las sitúa dentro del contexto que conforman, mientras las oscuras y sombrías construyen el contrataste que necesita la visión, porque son los espectros que nacen de su vivencias, del bagaje cultural, étnico, social y testimonial. Al fin y al cabo son ensueños agarrados a la tierra, al Malecón isleño, al cuento de nunca acabar pues para él todavía está empezando.
El silencio y lo dicho y lo sufrido
crecen como la hierba y la corriente.
Déjenme mi pasado y mi presente,
terco río en la voz y en el oído.
Juan G.Ferreyra Basso)
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