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2 de febrero de 2012

ZAO WOU-KI (1921) / VISIONES IRREPETIBLES

 Ángel Mollá pronunció unas palabras que suscribo íntegramente y que vienen a propósito de la obra del chino ZAO:
"Por eso el pintor que no renuncia a la pintura vuelve al paisaje, que permanece intacto después de la larga batalla de la modernidad, intangible, inalcanzable, irreal, por siempre sublime (sobre todos después del asesinato de la realidad)". 
  •  Claro es que no podemos suprimir lo sublime, lo recuperamos porque no nos queda más remedio, estamos cansados de ese minimalismo repetitivo y vacío, al que tenemos que ponerle el mensaje, el orinal y la cama. O el más sesudo arte conceptual, del que nos pasamos todo el rato persiguiendo el concepto y al final es nuestro perro el que lo muerde y te ladra imbécil por no haberlo percibido antes. 
  •  Sin embargo, ante esta obra, entre oriente y occidente, el fragor rezuma sensibilidad, sentimiento y seducción. Es un viaje y una exploración por dentro y por fuera, por arriba y por abajo, por el este y el oeste. Misticismos aparte, la sensualidad cromática deriva en una espiritualización sosegada, a punto de inundar continentes, de significar lo próximo con lo remoto, la emoción con la idea.  
  •  Por tanto, es una pintura que lejos de expulsar o intimidarte, de plantearte circunloquios o dilemas herméticos, te invita a adentrar, a traspasar límites de la percepción, contemplar una infinitud del color de la forma o de la forma del color, de la condición de la textura y su fusión, de la gama y su himno a la máxima expresión.
  • Desbaratar el arte concepto,
  • Finalidad estética y sensible,
  • Dureza del hombre roto
  • Por extremos de lujos imposibles,
  • No ver otras connotaciones afines.
(José Luis Álvarez Vélez).

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