Ángel Mollá pronunció unas palabras que suscribo íntegramente y que vienen a propósito de la obra del chino ZAO:
"Por eso el pintor que no renuncia a la pintura vuelve al paisaje, que permanece intacto después de la larga batalla de la modernidad, intangible, inalcanzable, irreal, por siempre sublime (sobre todos después del asesinato de la realidad)".
"Por eso el pintor que no renuncia a la pintura vuelve al paisaje, que permanece intacto después de la larga batalla de la modernidad, intangible, inalcanzable, irreal, por siempre sublime (sobre todos después del asesinato de la realidad)".
- Claro es que no podemos suprimir lo sublime, lo recuperamos porque no nos queda más remedio, estamos cansados de ese minimalismo repetitivo y vacío, al que tenemos que ponerle el mensaje, el orinal y la cama. O el más sesudo arte conceptual, del que nos pasamos todo el rato persiguiendo el concepto y al final es nuestro perro el que lo muerde y te ladra imbécil por no haberlo percibido antes.
- Sin embargo, ante esta obra, entre oriente y occidente, el fragor rezuma sensibilidad, sentimiento y seducción. Es un viaje y una exploración por dentro y por fuera, por arriba y por abajo, por el este y el oeste. Misticismos aparte, la sensualidad cromática deriva en una espiritualización sosegada, a punto de inundar continentes, de significar lo próximo con lo remoto, la emoción con la idea.
- Por tanto, es una pintura que lejos de expulsar o intimidarte, de plantearte circunloquios o dilemas herméticos, te invita a adentrar, a traspasar límites de la percepción, contemplar una infinitud del color de la forma o de la forma del color, de la condición de la textura y su fusión, de la gama y su himno a la máxima expresión.
- Desbaratar el arte concepto,
- Finalidad estética y sensible,
- Dureza del hombre roto
- Por extremos de lujos imposibles,
- No ver otras connotaciones afines.
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