ANDRÉS PUIG (1948) / ROMANCERO DIVINO
- ¿Quién se apropia de estas imágenes? ¿O es el numen visionario, ancestral, atávico el que nos visita? La magia de tenerlo todo calculado, erigido, dimensionado es lo que el cubano PUIG nos ofrece.
- Un totetismo que enciende la pasión por ser visible, tangible y reconocible en la encarnación del misterio original. Una estética (contigua amenaza a los campos mironianos) sobre la causa ontológica que está presente a través de las manos del artista, que ha filtrado y depurado su evolución, su incensante reconstrucción.
- La voracidad de sus límites mantiene los espacios en otras coordenadas, pues son entes que han echado el ancla aunque bailen y se agiten al calor y asombro de la mirada. Por sus ámbitos de existencia han desfilado infinidad de interlocutores dado que es un mundo del que parte la inmensidad, en la que su vasta proporción abarca todos los seres investidos del feroz alegato de la inmanencia plástica.
- Estamos ante altares que hacen de la condición icónica una fabulosa ceremonia de la naturaleza, en su expresión más maravillosa y fantástica, más magnífica en lo tocante a lo morfológico y semántico sin que se desbarate la instrospección necesaria que les atañe.
- Con la cabeza tapada por el saco, "Caparrucia" nos da un beso a Humberto y a mí en El Malecón. Después se va con Felipe Alarcón. Un día oiremos los gritos.
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