¿Hasta qué punto es cierto lo que afirma Nelson Goodman, eso de que lo que vale hoy es el contexto filosófico y artístico en el cual aparece la experiencia artística y lo de menos es el juicio, el valor y la calidad de las obras?
La obra del cubano URIBAZO tiene su propio contexto -lo tiene cada obra que es capaz de suscitarlo-, la de un tapiz introducido en una realidad plástica que se despierta a toque de diana pensando en una recolección de visiones.
Si no están esmaltadas y vidriadas se resisten a aparecer, y cuando lo hacen emergen ceñidas y con una genealogía de formas metamorfoseadas según un caleidoscopio metafórico de colores.
La atmósfera caribeña imprime esos reflejos, esas solubilidades luminosas que gozan ante tonalidades y gamas como si estuviesen en un baile verpertino de rumbas o en un ambiente al alba de boleros. Y configuran en sus obras cuerpos, imágenes y espacios que forman microcosmos de saberes fantásticos, de mensajes en clave de códigos ilustrados y sacrificados a la pasión de la pintura.
Por lo tanto, los valores plásticos aquí reunidos son los que no buscan un juicio final sino el principio de un entendimiento con la razón de ser del artista.
Hoy es domingo, y esto
- tiene muchos siglos; de otra manera,
- sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,
- al seso, el llanto
- y a la garganta, una gana espantosa de ahogar
- lo que ahora siento,
- como un hombre que soy y que he sufrido.
- (César Vallejo).
Un breve paseo por obras y artistas que infunden otra forma de mirar. Es una aproximación cuyo deseo es provocar otras emociones más íntimas y cercanas si cabe.
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24 de mayo de 2011
CARLOS URIBAZO (1951) / ENSENADAS INUNDADAS
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