Su retorno a la pintura ya no fue el mismo, en ese largo paréntesis perdió la espontaneidad y la insignia de la visión, la conexión con la quimera.
Ella decía que soñaba mucho, demasiado, y que las fantasías oníricas la tenían a menudo despierta hasta que su materialización lograba el apogeo de la vivencia representada.
Tal es el ejemplo de este lienzo, que abarca la realización de una cosmovisión prodigiosa, con una estructuración y diseño del espacio fruto de una ejecución equilibrada, en la que la organización esférica ocupa y distribuye los distintos elementos en el orden adecuado a la consecución del efecto visual, el cual es acorde a la dimensión global del universo expresado.
Ella ha cumplido con traernos a la tierra la experiencia y la magia de esa visión y nosotros, espectadores, con agradecérselo toda la vida.
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