Y no es cierto, pues si ya Bernardo de Claraval criticaba los monstruos y criaturas de la fantasía en el mundo escultórico romano, preguntándose qué finalidad podía tener esa "curiosa belleza" deforme y esa bella antinaturaleza, dejaba claro que lo deforme, lo monstruoso no ha malogrado su condición de bello. Y plástico, añadiría. Por lo tanto, estas obras recuperan bajo otras premisas la dimensión estética que la Edad Media no le había negado.
Y esa recuperación, en nuestro contexto cultural, social e histórico, profundiza en la relación del hombre consigo mismo, especialmente por lo que respecta a sus referentes visuales, aquellos que emergen desde niveles de oscuridad a los que el conocimiento ha tratado de desplazar, privilegiando a los que se hacen visibles, cómodos, obedientes, pero sin que nos sirvan para un reconocimiento de realidades posibles. Son, por tanto, las imposibles las que necesitamos, las que han sido castigadas a la ambigüedad invisible pero nunca han dejado de acompañarnos.
Humberto, por culpa del apagón, ha estado pintando a oscuras toda la noche, me ha dicho. Y lo que al principio era muy difícil, al final se hizo fácil, pues fue ella la que determinó el curso del acto y de su proceso. Lo que ha dado a luz no lo sabemos pero nos dejamos llevar por la intuición. ¿Será eso un nuevo comienzo? El penúltimo adiós del Malecón nos lo anunciará.
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