11 de marzo de 2009

PAUL REBEYRROLLE / TORTURA


De esta figura atada y torturada que está envuelta en sábanas sangrientas y arrugadas que como sudarios cubren el cuerpo roto de lo humano, ha escapado el alma para hacer más cruel el castigo, que así ya no cuenta con un testigo pregonador de la ignominia.


Paul Rebeyrolle, artista francés, transforma la expresión en un instrumento plástico al servicio de la denuncia, para que lo vivo siga estando vivo aunque ya lo hayan matado alevosamente. Si de acuerdo con Nietzsche la vida es una obra de arte, Paul la convierte en un nuevo infierno, fruto de una estética del sufrimiento que ha evolucionado desde siglos atrás.


Y ésta es una progresión que crea verdad en la pintura aunque su presencia, quizás, no es absoluta, según lo afirmado por Derrida, pero en su forma, tal como la concibe él, repleta de fuerza y de convicción, alcanza un impacto visual rotundo.


Es una imagen que carece de elaboración y hasta de pensamiento porque en el proceso de su creación hay rabia, desesperación, pasión, angustia y desaliento, factores inherentes, entiendo yo, cuando de la condición humana y su destrucción se trata.


Naufragamos en mar de arena para que el sol estigmatice nuestras pieles y nos clave sus marcas de fuego. Tal vez con ellas en nuestro interior seamos capaces, mi amigo y pintor cubano Humberto Viñas y yo, de reunir el valor de matar a nuestra sombra. Aunque el malecón siempre tratará de arrebatarnos el escudo que nos haga invencibles e invisibles.