Mi amigo Humberto se está tomando un respiro y con él se ha permitido una licencia inesperada incluso para él mismo, seguir por medio de estas dos obras un ciclo que era ya repetición y dudas. Sin embargo, las mismas son la expresión más exacta de su necesidad de vivir, de su ansia por seguir siendo el que es, de no fenecer en una isla asediada por la desolación.
Él ha encontrado una vía para mantener un diálogo consigo mismo en una situación en que sólo hay apremio, escasez, urgencia, necesidad, desolación, tristeza. En unas circunstancias en que la visión de estos personajes femeninos no nos las dejan ver, pero quizás sí adivinar pues la melancolía de la luz no se aparta de ellos. Él los pintó para que no lo conjeturáramos, para que quedase camuflado, para que el sonido del color y el manierismo de la forma nos atrajese o repeliese dentro de ese marco decorativo.
- No trata de invocar a Millet para el que lo vulgar debe expresar lo sublime, ni a Courbet, que prohibía representar lo bello, lo elegante, lo sotisficado, lo armonioso, aunque formasen parte del existir real.
- Él se invoca a sí mismo y a su grito de vida en una ciudad agrietada, sumisa, resignada, a través de esas figuras creadas para que le hablen y le digan que el infierno está siempre presente en lo otro y en los otros, en nosotros y en la tierra baldía, destruida, en un mar ávido y voraz y en un tiempo que deja ausencias para comer.
- Mi amigo Humberto no sabe que hacer y abatido pinta imágenes que no quiere ver.
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