Las imágenes boca abajo provocan sensación de vértigo, de pérdida de equilibrio, de caída mortal y hasta de fin del mundo.
Gorg Baselitz, artista alemán, que desde 1968 sólo pinta sus obras boca abajo, plantea un desafío al espectador conforme a lo que él concibe como una percepción racionalizadora, consistente en la inversión del orden de apreciación del objeto visual, comenzando primeramente por lo matérico, la textura y el color.
Pero también emplaza al observador para que la mirada, desconcertada y sin puntos de apoyo, busque dentro de sí las referencias más irracionales e inverosímiles con las que confrontar este nuevo enfoque de la idea plástica, en un intento desesperado de componer un nuevo orden.
Tal formulación pone a prueba nuestra capacidad de recipientes y receptores y suscita un dilema que aborda la persistencia de convenciones y prejuicios, la primacía del sentimiento y emoción de lo estético, la adaptación a las transformaciones en nuestras relaciones con la imagen y los derroteros del hecho artístico.
Y en este terreno, además de los recursos ideográficos con los que contamos, también juega la visión de lo que queremos y nos imaginamos como contrapunto de lo que somos y donde estamos.
Al penetrar en el taller de mi amigo Humberto me encuentro en el caballete un retrato de mujer de cuerpo entero. Me extrañó porque últimamente sólo pinta jergones desnudos en cuartos oscuros, donde se echa a dormir para palpar soledades.
El cuerpo estaba cubierto con un tejido de gasa que dejaba entrever sus armónicas formas. Se trataba de la mujer de un cliente, pero me aclaró que únicamente el rostro era de ella, el resto pertenecía a una modelo mulata que encontró en el malecón.
- ¿Y qué le ha parecido al cliente?
- ¡Triste miseria! Quedó tan complacido que lo primero que ha hecho es pedirme el teléfono de la modelo y salir corriendo a llamarla.
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