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21 de enero de 2008

LAS VENTOLERAS DE HUMBERTO


A mi amigo, el pintor habanero Humberto, de vez en cuando le asaltan unas ventoleras terribles. Suele ocurrir cuando el viento del sur invade el malecón y se engancha por una vía medio fluvial medio urbana hasta llegar a su taller. Entonces, sea la hora que sea, se desnorta y pierde el hilo.


En una ocasión llegó a su casa a medianoche con dos pescados frescos con la pretensión de que la flaca, su mujer, los friera y se los pusiera de cena. Cuando ésta le dijo que no había aceite, le vino la chaladura y se inició el acostumbrado intercambio de gritos, lamentos, imprecaciones, maldiciones e improperios. Tan estrepitosa fue la secuencia que un sobrino que pasaba unos días con ellos apareció alarmado por lo que estaba pasando. Humberto, nada más verlo, le pide que vaya a buscarle aceite donde pueda. El niño, de unos doce años, le dice que a esas horas es imposible conseguirlo. Ante lo cual el artista le dice que le traiga entonces de su taller el de linaza.


Y con ese aceite venenoso se fríe el pescado que cuando se dispone a comer vomita al primer bocado. Su ira es tan grande que lanza la cazuela con los pescados por la ventana. El sobrino, conocedor de las genialidades que esporádicamente le asaltaban a su tío, remató su acción tirando por la ventana la sartén. Fue tal el entusiasmo y regocijo del pintor que cogió en brazos al niño y manteniéndole en el aire le espeta: ¡Fidelito, tú si qué eres un hombre, te has portado!


El niño, presintiendo sagazmente que tal frenesí lo único que anunciaba era su próximo lanzamiento por la ventana en pos de la cazuela y de la sartén, hizo una seña a su tía, la cual, habiéndose dado cuenta también de la difícil coyuntura del chaval, se quedó en cueros vivos allí
mismo y le dijo: "lo que es yo, me voy a la cama". No hizo falta más para que el arrebatado artista pusiera en tierra al infeliz rapaz y se fuese renqueante detrás de ella.


No importa si es una anécdota espuria, lo que realmente es regocijante es que pudiese haberlo sido dado el carácter novelesco de mi amigo y genial pintor Humberto, aunque es un hombre carente de cualquier asomo de violencia, fuerza o dureza.


A él le toca ahora elegir el
frontispicio de esta falsa oda a la ventolera.

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