A propósito de esta obra, "Invitación a la batalla", del artista colombiano Javier Bossa, me he planteado cómo reconozco una obra de arte o lo que yo considero que es un objeto artístico. Este empeño me ha llevado a reflexiones y conclusiones como las siguientes:
- No lo es en virtud de la actividad o de la forma en que se practica.
- Tampoco lo es por corresponder a una acción intencional, ni a un motivo, ni a un fin.
- Ni siquiera exclusivamente porque haya una tematización.
- Menos aún si conjuntamente se da el descubrimiento de una imagen y de su representación.
- También debe rechazarse si de lo que se trata es de que únicamente esté provista de cierto significado o un contenido o de un lenguaje.
- Y ha de desestimarse que lo es cuando responde exclusivamente a unos cánones, códigos, normas o convenciones.
Lo cierto y verdad es que he adoptado a mi modo la teoría institucional, que es la más aceptada y practicada interesadamente por lo que controlan este mercado, por la que la obra de arte sólo lo es en la medida en que yo le confiero ese reconocimiento. Y, por lo tanto, todo espectador tiene perfecto derecho -y así lo está llevando a efecto- a orientarse por sus propias hipótesis, creencias, criterios o inclinaciones en materia de arte.
Esta proposición es tan discutible como cualquiera de las descartadas más arriba y precisamente, dada esa incertidumbre, tan válida y útil como ellas.
En definitiva, construyamos nuestro imaginario bajo nuestras propias premisas y dejemos que el malecón habanero detenga la multitud de teorías que nos invaden. Y si algunas, debido a los grandes oleajes, rebasan el muro, tendremos que invitarlas a brindar con un vaso de ron.
- No lo es en virtud de la actividad o de la forma en que se practica.
- Tampoco lo es por corresponder a una acción intencional, ni a un motivo, ni a un fin.
- Ni siquiera exclusivamente porque haya una tematización.
- Menos aún si conjuntamente se da el descubrimiento de una imagen y de su representación.
- También debe rechazarse si de lo que se trata es de que únicamente esté provista de cierto significado o un contenido o de un lenguaje.
- Y ha de desestimarse que lo es cuando responde exclusivamente a unos cánones, códigos, normas o convenciones.
Lo cierto y verdad es que he adoptado a mi modo la teoría institucional, que es la más aceptada y practicada interesadamente por lo que controlan este mercado, por la que la obra de arte sólo lo es en la medida en que yo le confiero ese reconocimiento. Y, por lo tanto, todo espectador tiene perfecto derecho -y así lo está llevando a efecto- a orientarse por sus propias hipótesis, creencias, criterios o inclinaciones en materia de arte.
Esta proposición es tan discutible como cualquiera de las descartadas más arriba y precisamente, dada esa incertidumbre, tan válida y útil como ellas.
En definitiva, construyamos nuestro imaginario bajo nuestras propias premisas y dejemos que el malecón habanero detenga la multitud de teorías que nos invaden. Y si algunas, debido a los grandes oleajes, rebasan el muro, tendremos que invitarlas a brindar con un vaso de ron.