OLIVER HEICKE (1958) / LOS VELOS DEL RESPIRO
La propia obra de arte funda y crea el propio espacio en el que se expone y se manifiesta, ya sea público o privado, ya sea en un tiempo o en otro, ya sea en lugar o en otro.
El alemán HEICKE parece como si antes de actuar adquiriese una postura ingrávida, un levitar que le hiciese intuir la navegación de su pintura.
La sutil y delicada multitud que puebla su obra, sus nebulosas flotantes, sus ávidas armonías entre lo pálido y lo lumínico, sus suaves acentos líricos cromáticos, conforman la definición poética de un hacer álgido y acariciante.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
(Ángel González)
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