- Estamos ante un surrealismo caribeño forjado en el sueño, en el hombre y en la naturaleza, con una claridad de líneas y colores que tienen un aroma clásico y puntiagudo. TOVAR, el dominicano, estructura con precisión la puesta en escena para sus criaturas, que se relacionan desde diferentes posiciones.
- Su virtuosismo es como un talismán al cual se confía en orden al desarrollo de unas formas que no puedan suplantarse, unos espacios en cuya negrura aparecen ellas como realidades vivientes fáciles de percibir pero no de aprehender.
- Todo ello apunta finalmente a una pintura que descansa, con esa vestidura cromática tan depurada, sobre un anochecer encabalgado a un enigma, el que siempre nos agobia sin que lo hayamos convocado, ese propio de una visión que nos acompañe hasta el fin.
¡Qué cosa más vulgar y baja es la vida!
(Fernando Pessoa)
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