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29 de agosto de 2014

HUMBERTO VIÑAS / ME DA LO MISMO QUE SEAN ONDINAS O NÁYADES SI NO SIRVEN PARA SALVARME


  •  Cuba envejece y se entumece y sus ondinas, náyades, ninfas y nereidas también, al mismo tiempo que su autor lo hace a la espera de que haya un inverso y se conviertan en sirenas. Ellas, ya al inicio de su decadencia y casi tuertas, gracias a su carácter maléfico le obligan a sobrevivir aunque no quiera, le fuerzan a que se vea reflejado en el reloj, en los símbolos guajiros del tabaco, de la palma, aunque esas pequeñas pateras que flotan ya no sean ningún itinerario hacia un destino, excepto aquel que para ahora se ha sido perdido.    


  •  Mi amigo y hermano, el cubano Humberto, sabe concebir una teoría de los colores y una formas que debajo de su apariencia se muestran ambivalentes, pues su plástica descansa en un campo de visión que lo abarca todo, desde su espacio y su propio tiempo, el que vive a salto de mata a través de oquedades inscritas en esos largos cuellos, en esos estirados rostros que señalan las huellas invisibles, los azares extraviados, las angustias hambrientas o las jineteras místicas y oscuras.   


  •  Quizás un día alguien redescubra el valor de estas sílfides como signos de un desvivir, como las sibilas de poderes proféticos y anunciadoras de verdades superiores. No sería extraño que entonces la asociación de ellas con el resto de su obra adquiriese su pleno sentido y realidad, su canto a una esperanza tardía que no por serlo olvida su condición patética y solitaria.      

En ese acercamiento sin regreso
ya suena tu esqueleto a cosa vieja,
entre pinceles ocres, negros, rojos.
(Horacio Rega Molina)

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