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27 de agosto de 2013

WILFREDO BARCELÓ (1971) / LA HORA DE FLUIR


  •  La diáspora ha marcado las vivencias de todos los artistas cubanos, como si a la hora de retomar la práctica y el ejercicio de su quehacer la tuviesen como un santuario de cicatrices sin cerrar y que además precisasen tatuajes para ritualizarlo más. 


  •  Desde esa óptica la ambivalencia de BARCELÓ es su razón decidida en pos de planteamientos oscuros, flagelados, deshilvanados en su pintura, lo que en lugar de hacerla más opaca y raída, la convierte en una fuerza existencial de simbolismo rasgado, íntimo y condenado.  


  •  Es indiscutible la desazón que se desprende y domina a su obra, que se refugia en los efluvios plásticos de una soledad traicionada, de una inocencia puesta a prueba por el yunque y el martirio. Después no resta más que desgranar sus vidas sin tanta historia y ceremonia.

El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.
(Antonio Machado)

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