8 de julio de 2012

ALBERT BIRKLE (1900-1986) / EL QUE QUIERA QUE SIGA BAILANDO

  •  Una humanidad agotada de haber generado tanto horror, de vivir para destruir en aras de un viaje de camino único hacia la muerte. Una Alemania que ha tenido una primera mitad de siglo XX espantosa, como fiel reflejo del espanto es su pintura, que es realidad sin concesiones de la tragedia de una naturaleza a la que ya no le vale ni metafísicas ni ontologías, ni teosofías ni  imperativos categóricos, ni siquiera una materia que escasea y no alimenta.   
  •  Desde la opción de la parodia que permite la libertad en ciernes, el propio ambiente se convierte en obra, y tal como se aprecia en todo arte, no se puede prescindir de una confrontación con el imaginario de masas enfermas, hambrientas y depauperadas. 
 
  •  Si se habla de la importancia determinante de la relación directa con el espacio vivencial cotidiano y con la espacialidad urbana, la obra del alemán BIRKLE es una buena muestra de ello, porque incluye hasta lo que falta y aglutina hasta lo que fue historia del sufrimiento y del dolor.
  •  Al final, los espectadores, tal que exánimes, no visualizamos más de esta Nueva Objetividad, cuya plástica tan mortificante nos coloca en nuestro punto más crítico y falaz.  
  • Pero el fantasma masca sus designios
  • y regala un cabello, se desniega por la nuca;
  • abre en el matorral golpes de flautas
  • y graba en la flauta signos de preso bajo el agua.
(José Lezama Lima).

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