10 de septiembre de 2010

CHARLES RAY (1953) / NO HAY QUE ABOLIR

  • Decía Marshall Mcluhan que la tarea del arte no es almacenar experiencias sino explorar ambientes. De eso algo hay en la obra del norteamericano RAY, aunque lo que persigue es la sorpresa, el desconcierto y la fascinación ante una puesta en escena que se ha fabricado con distintos elementos y encuadres.
    • Nos deja admirados la majestuosidad del árbol caído como un icono sagrado al que estamos obligados a rendir tributo. Basculamos entre la consternación y la interrogación delante del ser sostenido en el aire contra la pared, por remitir a imágenes de tortura, sacrificio y muerte. Y la desembocadura de esa máquina con el pene erecto, epítome de una coreografía visual que tiene puesto el objetivo en la conmoción de nuestra mirada y nuestros cuerpos.


      • El conjunto de estas instalaciones no apela tanto a lo que hay en ellas de excitación y desafío, como a provocar y buscar penetraciones visionarias en contextos estéticos y conceptuales que estén entre las luces y las sombras del futuro. En definitiva, un reto a nuestra perspicacia y percepción sin más apoyo que lo que se ve sin necesidad de haberlo planteado.






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