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28 de julio de 2010

ALFREDO SOSABRAVO (1930) / ESPIANDO AL CHIVO

  • El cubano SOSABRAVO robotiza mediante un artificio la fantasía, para que los ecos de los sueños infantiles nos visiten metamorfoseados en multicolores personajes de cada una de sus historias, que también son las nuestras.
    • Por eso descongela el centelleo de esas fisonomías, hace irradiar esas ficciones en la imaginación y en la penetración de la mirada, reposa su mundo en las vivencias plásticas de un espectador que ha renunciado a la observación. Prefiere éste embarcarse en el recuento visual de una figuración que estampa su fulgir desde unas bases que ya no son mediadoras, simplemente han pasado a formar parte de un escenario que tiene la misión de destellar.

      • Hay una liberación del encuadre y de la misma geometría -y de la acentuada grisura de la melancolía en las circunstancias actuales de esa insularidad-, y hay un raciocinio del color con vistas a potenciar la ensoñación que se encuentra en él. También se disfruta de un misterio y de su elocuente secreto.


        • Si su obra es un espejismo netamente tropical, nos envuelve con todo su aroma y esplendor. Y si es un refugio ante lo inexistente, ante la carencia acelerada, nos viste la contemplación con una nueva morada. Si la ocupamos podemos alentarla y prolongarla; si, por el contrario, desistimos, desperdiciaremos un feraz imaginario, otro vocabulario con el que narrarnos del modo que necesitamos.

      • El Malecón nos detiene ante la entrada. Mi amigo Humberto y yo debemos escucharle atentamente. La victoria es nuestra, nos dice, por saber esperar, porque la vida es larga y el sacrificio inocente. Pero si se parte sin aguardar, el sacrificio lo haré largo y además hiriente. No ha añadido nada sobre el ron, mal asunto.






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