Pero antes nos legó una obra que ensayaba registros plásticos en forma de proyecciones etéreas que se ligaban al trasfondo de un pensamiento en permanente ebullición.
Circundaba las ideas con abstracciones pictóricas que autentificaban y configuraban el asalto a unos coloquios existenciales que siempre fueron los espectros compañeros de su vida.
Y hay que reconocer que su trabajo obtuvo el reconocimiento de señalar itinerarios, de ser el antecedente de las tendencias que vendrían inmediatamente después.
Los druidas del norte han olido que éste es territorio de difuntos que no han dejado de moler grano y cantar salmodias de ahora es el momento de que nunca vaya a ser siempre. Y añade mi amigo Humberto, si el Malecón acaba convenciéndolos dejarán de tocar la gaita y se convertirán en ojeadores de pateras con un libro de himnos entre las manos.
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