22 de julio de 2009

MICHELANGELO PISTOLETTO (1933)

Orientarnos a través de los contenidos programáticos impulsores del llamado "nuevo realismo" o "arte povera" nos puede ser útil si dejamos una puerta abierta a las consideraciones contradictorias que sus obras nos suscitan.

En el caso del artista italiano Pistoletto, el enriquecimiento visual ha de ir acompañado forzosamente del discurso conceptual que está implícito y explícito en su trabajo, tanto que no sería tal sin el mismo.

Y en él aborda nuestra propia confusión en una sociedad convulsa que ignora su capacidad de mirarse y reconocerse en los espejos, en los objetos, en un medio que está enturbiado debido a nuestra incapacidad de fijar nuestra atención en lo esencial.

El uso de desperdicios, despojos, espejos que se mezclan como restos de un desbarajuste ideológico, como saldos de un batiburrillo cultural y existencial, es lo que nos depara esa necesidad de cristal para ver en él una ficción de retrato o simplemente destruirlo porque ya no nos sirve.

Este enfoque visual se inscribe en la voluntad de hacer surgir la realidad total como un ente a desentrañar y sentir y no como una dimensión que nos facilite vías de escape, refugios donde cobijar mentiras y soledades.

Somos mediadores a los que ya nos les queda tiempo para interceder, le digo a Humberto. Y recogemos retazos que somos incapaces de reunir en un orden simétrico. Hasta Plotino le ha dicho al Malecón que nos repudie porque en el espíritu neoplatónico no cabe el ron, sólo el vino sagrado. Y como no tenemos nada que hacer, seguimos bebiendo y apurando la humedad de la piel que nunca será nuestra.

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